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Elecciones en Venezuela: escepticismo por el rol de los observadores internacionales para garantizar la transparencia

Como nunca hasta ahora en las largas dos décadas que lleva en el poder, el chavismo enfrenta este domingo una elección que podría bajar a Nicolás Maduro de la presidencia de Venezuela, que heredó de Hugo Chávez tras su muerte y sostuvo hasta ahora con puño de hierro y una colección de martingalas electorales que podrían estar acabándose.

Aunque esta vez la expectativa es sensiblemente más alta que en comicios anteriores, los especialistas consultados por Clarín compartieron un abrumador escepticismo, del que ni siquiera quedaron afuera los observadores internacionales que deberían velar por la transparencia de la elección.

Fabián Salvioli, profesor de Derechos Humanos en la Universidad de La Plata y ex presidente del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas advierte que «hay una confusión entre democracia sustancial y democracia electoral: si bien las elecciones son imprescindibles, lo importante es que luego los gobiernos de manera sustancial legitimen ese origen gobernando en el respeto y la garantía de los Derechos Humanos, que es lo que mandan las constituciones. Y eso es válido independientemente de las ideologías, valdría tanto para Maduro como para Milei, por tomar ejemplos».

Salvioli cree que «los veedores internacionales siempre sirven en la medida en que son independientes y pueden trabajar libremente. Las misiones de observación, generalmente de organizaciones internacionales, dan una cierta garantía. Pero por supuesto es imprescindible que la maquinaria electoral interna tenga visos de transparencia. En ese sentido, Venezuela ha dado señales muy preocupantes en los últimos años, fundamentalmente por las trabas que se le ha puesto a la oposición y a sus referentes para poder participar libremente de los comicios. Hubo persecuciones políticas y un clima general que ha sido documentado por órganos internacionales de derechos humanos, de violaciones que generaron mucha preocupación, tanto en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como a los órganos de Naciones Unidas».

El master en relaciones internacionales por la Universidad de Bologna y exdirector del Instituto del Servicio Exterior de la Nación, Fabián Calle, aclara que «lo primero que habría que diferenciar es entre observadores neutrales, profesionales y comprometidos con la transparencia y los otros ‘observadores’ partisanos, que son invitados para legitimar un proceso electoral posiblemente fraudulento. Me refiero a los enviados por el Grupo de Puebla, el Foro de San Pablo, que tienden a ser observadores con un ojo muy amigable al régimen chavista.»

«La segunda observación», continúa Calle, «es que en un régimen autoritario abierto y desencadenado como el venezolano, con la regencia cubana, el observador es una categoría bastante inútil.»

El especialista considera que «los procesos de transición autoritaria pueden ocurrir por colapso del régimen, por una fractura interna -como fue en Argentina 1983 luego de Malvinas-, pero el de Venezuela se asemeja más al caso de Pinochet en Chile, que terminó cediendo el poder pero con todas las garantías personales y judiciales a las fuerzas armadas para que se retiraran. A los militares venezolanos, si no se les da la garantía sobre el patrimonio acumulado ilegalmente, de no procesos judiciales adentro y afuera, no van a soltar el volante. Y a eso se le suma la masiva presencia cubana e iraní en el aparato de inteligencia y de seguridad de Venezuela, con negocios con el oro, el petróleo, contrabando.»

Calle cree que no están dadas las condiciones para un cambio estructural. «Tiene que haber un gobierno estadounidense muy fuerte y muy decidido, una estrategia muy clara y coordinada con otros países claves de Europa y de América Latina para hacer sentir una presión y al mismo tiempo niveles de concesión si no se logra un quiebre interno en las fuerzas armadas y el aparato de inteligencia», evalúa.

Diego Guelar, exembajador en Estados Unidos y China es más duro aún: «los observadores sirven como testigos ‘simbólicos’ de la normalidad o anormalidad general de una jornada electoral con alteraciones pero que busca acreditar la vigencia de plenas garantías de transparencia. Este no es el caso«, enfatiza el embajador. «Maduro advirtió que habrá un ‘baño de sangre’ si pierde. La única posibilidad de que se respete el resultado será si la policía y el ejército desobedecen la orden de reprimir. Para garantizar esto, el pueblo venezolano deberá salir masivamente a la calle. Los gobiernos democráticos tienen que invocar abiertamente a las fuerzas policiales y militares a desobedecer las órdenes de ese tenor.»

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