Ver a Sting sobre el escenario recuerda el paso del tiempo, aunque para el inglés parezca que el tiempo no pasa, comenzando por su voz que suena casi inalterable como hace cuatro décadas hasta su prestancia sobre el escenario.
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El «englishman» en Buenos Aires presumió una voz que acompañó a generaciones en su juventud.
Sting volvió a la Argentina luego de ocho años, en un show inmejorable que duró dos horas, donde se presentó como power trío en la formación original de “The Police”, junto al guitarrista Dominic Miller, su compañero de los últimos 35 años, y en batería Chris Maas. El Movistar Arena se pobló de cincuentones, cuarentones y familias, en ese ritual rockero y nostálgico que busca transmitir de padres a hijos el amor por aquella música de antaño y una inocultable nostalgia.
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Ver a Sting sobre el escenario recuerda el paso del tiempo, aunque para el inglés de 73 años parezca que el tiempo no pasa, comenzando por su voz que suena casi inalterable como hace cuatro décadas hasta su prestancia sobre el escenario en el que oscila entre el bajo y la guitarra. Arrancó con “Message in a bottle” y el público saltó de sus sillas, en una disposición en la que todos contaban con su butaca y a la que se volvía en las baladas o los temas menos conocidos. Los hits continuaron con “Englishman in New York” y “Every Little thing she does is magic”, y los coros entre rockstar y público no dejaron de sonar a partir de allí.
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Sting eligió un repertorio que pasó por todas las épocas, desde “The Police” a sus varios discos solista, con “Desert Rose” y una versión rítmica inmejorable de “Mad about you”, hasta uno de los mejores temas de todos los tiempos como “Every breath you take”.
El inglés presumió una voz que acompañó a generaciones en su juventud, ofreciendo varios momentos que nada tenían para envidiarle a un tenor. Sin embargo, en algunos temas exigentes de notas extremadamente altas hubo arreglos hacia lo grave, por caso “Walking on the moon”, “So lonely” o “Can´t stand loosing you”. Sorprendió en cambio en los bises con “Roxanne”, que sonó en sus mejores agudos y dio la pauta de que se guardó el bonus para deslumbrar cerca del final.
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En los varios fragmentos de canciones en que se refirió a “perder la fe en los políticos” o la violencia, hubo ovación desde la platea, mientras que cuando se multiplicaron los cánticos de cancha con el “olé olé olé, Sing”, que tanto gustan a los artistas extranjeros, no ocultó su alegría.
Lo más alto del concierto estuvo en los bellísimos lentos inoxidables de todos los tiempos como “Wrapped around your finger”, “Shape of my heart” o “Fragile”, el acústico con el que regaló guitarra y voz y cerró la primera noche del Movistar. Hoy ofrece su segundo show y sorprende que sean tan solo dos, cuando fue el primer rockero en llenar River en el ´87. Lo dicho, el tiempo pasa.