La confesión del ex capitán de la Armada Argentina, Adolfo Scilingo, desnudó uno de los capítulos más siniestros de la dictadura militar: los «vuelos de la muerte».
En un relato estremecedor, Scilingo detalló cómo los prisioneros de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) eran engañados con la promesa de ser trasladados a cárceles federales en la Patagonia como una pantalla para el fin más horripilante: ser arrojados al mar desde aviones navales bajo la denominación encubierta del «traslado».
Este método sistemático de exterminio, comparado por él mismo con las cámaras de gas nazis, se cobró la vida de -aproximadamente- 4000 personas.
Scilingo, quien participó en dos de estos vuelos, describió con crudeza el proceso.
Los detenidos eran drogados con somníferos la noche anterior creyendo que serían trasladados a prisiones del sur.
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Una vez en el avión, se les administraba una segunda dosis más potente que los dejaba inconscientes.
Desnudos y completamente dormidos, eran arrojados al mar uno por uno cuando el avión sobrevolaba aguas abiertas.
«Era una escena copia fiel de las fotos de los judíos durante el nazismo«, graficó.
El ex capitán relató cómo incluso los propios militares involucrados en estos operativos sufrían el impacto psicológico de sus acciones.
Un cabo de apenas 20 años, al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, rompió en llanto y tuvo que ser calmado.
Scilingo confesó que, tras los vuelos, el silencio en el avión era «penetrante». Nadie hablaba ni se miraba.
«Creo que ahí mismo estábamos sintiendo vergüenza», evocó.
Pero el horror no terminaba ahí. Scilingo también reveló cómo se manejaba el destino de las mujeres embarazadas y los niños nacidos en cautiverio.
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Pero el horror no terminaba ahí. Scilingo también reveló cómo se manejaba el destino de las mujeres embarazadas y los niños nacidos en cautiverio.
Las mujeres eran mantenidas con vida hasta dar a luz, para luego ser asesinadas en los vuelos. Los niños, en cambio, eran entregados a familias de militares o allegados al régimen, bajo la justificación de «salvarlos del comunismo».
El peso de su participación en estos crímenes llevó a Scilingo a refugiarse en el alcohol y los sedantes.
A la noche no me soportaba a mí mismo», confesó. Tras los vuelos, bebía grandes cantidades de whisky y tomaba Xanax para dormir.
Su vida se convirtió en una lucha constante por silenciar los remordimientos y justificar lo injustificable.
CÁRCELES FEDERALES EN LA PATAGONIA
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En la Patagonia argentina hay un total de ocho cárceles federales distribuidas a lo largo de las provincias.
En Neuquén, está el Complejo Penitenciario Federal V en Senillosa, En La Pampa, está las Unidad IV y 13 en Santa Rosa; En Río Negro, la unidad 5 en General Roca y la Unidad 12 en Viedma.
Chubut cuenta con la Unidad 6 en Rawson y la Unidad 14 en Esquel. A su vez, en Santa Cruz, está presente la Unidad 15 en Río Gallegos.
En el penal de la Unidad 6 de Rawson, se colocó un cartel donde se indica que se cometieron delitos de lesa humanidad. El documental ‘Rawson’ de Nahuel Machesich reveló esa trama.
Ministerio de Justicia de la Nación
DESHUMANIZACIÓN
Scilingo admitió que, en su momento, creía estar cumpliendo órdenes y «limpiando el trigal» de enemigos. Sin embargo, con el tiempo, la realidad de sus actos lo llevó a cuestionarse todo.
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«Era una actitud cobarde», reconoció, al referirse a su dependencia del alcohol y los sedantes para evadir la culpa.
Su confesión, hecha años después de los hechos, no solo revela los mecanismos de la maquinaria de muerte de la dictadura, sino también la profunda deshumanización de quienes la ejecutaron.
Scilingo fue detenido en 1997 en España, tras reconocer ante el juez Baltasar Garzón que había formado parte de dos vuelos de la muerte durante la dictadura militar, en los cuales se arrojó al mar a 30 personas que habían estado detenidas clandestinamente en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Scilingo brindó su testimonio al periodista Horacio Verbitsky en el libro ‘El Vuelo’ en 1995.
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Concretamente, en la primera quincena de junio de 1977 transportó a 13 personas y un sábado de agosto de 1977 llevó a otras 17.
En 2005, Scilingo fue condenado a 640 años de prisión por un delito de lesa humanidad “con causación de treinta muertes”.
Dos años más tarde, en 2007, la pena se incrementó a 1.084 años, al sumársele la complicidad en 255 delitos de detención ilegal. No obstante, en la misma decisión, el Tribunal Supremo limitó a 25 años el máximo de cumplimiento efectivo.
Una vez condenado, desde 2018 ya gozaba de salidas transitorias para visitar a su familia en un pueblo de las sierras españolas.
Hoy, su testimonio es una pieza clave en la reconstrucción de la memoria histórica argentina.
Los «vuelos de la muerte» no sólo representan un método de exterminio sino también la sistemática violación de los derechos humanos y la dignidad de miles de personas.
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Scilingo, al confesar, dejó al descubierto la barbarie de un sistema que pretendió borrar toda traza de sus crímenes.
Pero la memoria debe permanecer activa. Los relatos como el de Scilingo son un recordatorio de que la justicia y la verdad son indispensables para evitar que el horror se repita.