Acostumbrada a dar su opinión sin filtro y con una lengua filosa, Yanina Latorre sorprendió al dejar por un rato su faceta combativa para mostrarse como madre, sensible y agotada por la maternidad.
En su programa SQP, que se puede ver en las tardes de América antes que LAM, compartió una anécdota tan tierna como insólita: la vez que su hija Lola sólo lograba dormirse sobre… ¡un lavarropas en funcionamiento!
Todo empezó cuando recordaba los primeros años de crianza con Lola, quien, según sus propias palabras, era una beba “con muchos problemas para dormir”. La situación llegó a tal punto que junto a su marido, Diego Latorre, probaron todo tipo de técnicas.
“Diego la dormía caminando. El problema era que si te sentabas, se despertaba al toque y empezaba a llorar”, confesó Yanina, reviviendo aquellas noches sin descanso.
LA MADRE DEL AÑO… Y LA IDEA MÁS INESPERADA
El panorama se repetía a diario y la desesperación iba en aumento. “Un día, dos, tres… caminás horas, y la nena no duerme. ¡Y tampoco podés ponerla en la cuna porque se despierta!”, explicó. Incluso, reveló que llegaron a sacarla en el auto a la madrugada solo para que se calmara: “¡Saben la desesperación que hay que tener para hacer eso?”.
En ese contexto, y viviendo por entonces en México, Yanina pasó una de esas noches eternas sola, ya que Diego estaba concentrado por cuestiones laborales. Fue entonces cuando su creatividad de madre vencida por el cansancio se activó: “Tenía miedo de salir sola con el auto. Entonces, en la cocina, vi el lavarropas. ¡Y pensé en el movimiento que hace!”
Ni lenta ni perezosa, puso manos a la obra. “Agarré el colchón, el huevito, la até, puse las sábanas, prendí el lavarropas… ¡Y se durmió! ¡Y yo también por fin dormí toda la noche!”, relató, aún entre risas, la panelista.
El remedio casero resultó tan eficaz que no fue una solución aislada. Según ella misma contó, cada vez que Lola tenía una noche complicada, terminaba sobre el lavarropas, disfrutando del vaivén hipnótico del electrodoméstico.
Lejos de avergonzarse, Yanina se mostró orgullosa de su “ingenio maternal”. Y no tuvo reparos en rematar la historia con una frase tan desopilante como sincera: “Hoy ya no entra en el lavarropas… ¡así que duerme arriba de la tabla de planchar!”
La anécdota, tan real como disparatada, dejó una enseñanza: la maternidad no viene con manual, y a veces, lo único que sirve es ingenio, paciencia y mucho amor, incluso si eso implica convertir el lavarropas en una cuna improvisada.