A diferencia de la vida cotidiana, donde a veces interactuar con sujetos agresivos es inevitable, en redes sociales existe la posibilidad de bloquear al agresor. Tan solo con un clic es posible evitar ser hostigado por determinado usuario. Quizás sea este uno de los motivos por los cuales la interacción virtual se ha vuelto tan habitual, uno puede elegir con quien interactuar. En los discursos mediáticos es común alertar sobre los peligros de la agresión verbal en redes sociales y los riesgos de que esta escale. Sin embargo, para que esto suceda, es necesaria la participación de al menos dos personas. No hay escalada posible si una de ellas decide evitar a la otra. Esta conducta de evitación, no obstante, no siempre es viable cuando la víctima convive, trabaja o estudia en el mismo espacio que el agresor.
Las cifras dan cuenta de un alto nivel de hostilidad en las relaciones interpersonales. Por ejemplo, según una encuesta Nacional sobre Violencia y Acoso en el Mundo del Trabajo en Argentina, elaborada por la Universidad Nacional de Avellaneda e implementada a través de la OIT, un 78% de trabajadores ha sufrido violencia psicológica en el ámbito laboral.
No todas las personas son igual de vulnerables frente a la violencia verbal. La violencia física suele lastimar a todos por igual, nadie resiste un corte profundo sin sangrar; la violencia verbal, en cambio, a algunos los hiere, mientras que otros pueden mantenerse indiferentes. Incluso una misma persona, dependiendo de qué circunstancias esté atravesando, puede variar en su modo de reaccionar. Esta variabilidad presta a confusión. ¿Es inaceptable la violencia verbal? ¿O la sociedad nos exige ahora ser más resistentes que nunca a la agresión, cada vez más presente en las relaciones humanas? Según una revisión de literatura científica de la Universidad de Arizona sobre los efectos del abuso verbal en adolescentes y adultos, “el abuso nunca está justificado, y las relaciones sanas no implican dominación de una persona sobre otra. Los agresores suelen tener dificultades para comunicarse, gestionar el estrés o lidiar con traumas no resueltos.” “En muchos casos, el agresor menosprecia, critica y amenaza a su víctima, lo que provoca ansiedad, estrés crónico, baja autoestima, etc. Muchas personas no reconocen el abuso verbal porque se vuelve parte de su vida cotidiana”.
La agresión verbal es una respuesta que resulta nociva para el otro, a través de insultos o comentarios de amenaza o rechazo. A lo largo de entrevistas con sujetos que han experimentado algún incidente de abuso psicológico en el ámbito laboral, educacional o intrafamiliar, he podido diferenciar la aparición de respuestas emocionales como miedo, enojo, sentimiento de culpa o vergüenza, tristeza o indiferencia, según el contexto donde ocurre el episodio y la relación existente con el agresor, entre otros factores. A su vez, se pueden distinguir distintas conductas:
1) Sometimiento: la persona experimenta un miedo o malestar significativo y abrumador que puede estar acompañado de palpitaciones, sudoración, náuseas, dolor o malestar en el pecho. O puede experimentar miedo moderado y confusión, que le dificultan identificar lo que sucede. No se defiende ni huye de la situación.
2) Evitación: el sujeto detecta que está siendo atacado, experimenta malestar o indignación, pone fin a la interacción, apartándose del agresor.
3) Defensa: el sujeto detecta que está siendo atacado e interviene para frenar o revertir la conducta del agresor de forma pacífica.
4) Ataque: el sujeto detecta que está siendo agredido, se enoja y se defiende violentamente.
5) Impasibilidad: el sujeto se mantiene indiferente. Interpreta que el problema es del otro; quien está enfurecido. La situación no lo afecta.
En ocasiones, la primera reacción es un estado de confusión y tiempo más tarde, aparece el enojo y la necesidad de defenderse.
Algunos autores, como la psicóloga Leonore Walker, diferenciaron tres fases en el comportamiento del agresor: 1) un aumento de tensión en la cual las agresiones son menores y sutiles, (sarcasmo, críticas, indiferencia), generando confusión, culpabilidad y dependencia emocional en la víctima. 2) una fase de explosión o agresión, en la cual ocurre un estallido de violencia, generalmente de corta duración, donde la víctima experimenta miedo, ansiedad o sentimientos de impotencia. 3) una fase de arrepentimiento en la cual el agresor muestra un comportamiento afectuoso y amable. Esta fase, que algunos prefieren llamar de manipulación afectiva, puede desorientar a la víctima, quien en muchos casos perdona y abandona medidas de protección. Sin embargo, esta etapa es pasajera y el ciclo se repite.
En estos tiempos parecería que la violencia verbal comienza a ser naturalizada en todos los ámbitos, como un espectáculo que entretiene a los espectadores, usuarios de redes sociales o testigos presenciales. Ya nadie la detiene, a nadie escandaliza; se ha vuelto un contenido más de consumo. A tal punto que el agresor, -que en ocasiones presenta impulsividad y desprecio por los derechos de los demás- es visto con admiración.
Psicóloga y escritora