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Hambre emocional: Cómo el estrés y la ansiedad impactan en la alimentación de los niños

Los profesionales de la salud coinciden en que la infancia, especialmente entre los 5 y 12 años, es una etapa crucial para definir hábitos que perdurarán toda la vida. En este período, mientras los niños desarrollan autonomía y preferencias, también se enfrentan a desafíos emocionales que impactan directamente en su manera de comer. Por tal motivo un grupo de especialistas de Profeni (Profesionales Expertos en Nutrición Infantil), advierte sobre los graves problemas que se ven en torno a la nutrición infantil vinculada a las emociones.

A esta amenaza silenciosa los especialistas la definen como el “hambre emocional”, una especie de impulso que los niños sienten cuando están ansiosos o aburridos, y que los padres deben aprender a diferenciar del hambre real. Para combatirlo, los nutricionistas recomiendan un enfoque simple pero poderoso: enseñar a los niños a escuchar a sus cuerpos y a reconocer cuándo están realmente satisfechos.

Seis de cada diez niños presentan déficit de nutrientes en su alimentación

El descanso y el juego, fundamentales

Según la Licenciada en Nutrición Sandra Blasi, Jefa del Área de Alimentación del Hospital Garrahan e integrante de PROFENI, la saciedad es un proceso complejo y no solo fisiológico. “Cuando un niño durmió mal, estuvo más irritable, menos conectado con sus señales internas es más propenso a comer por ansiedad”, explicó.

Estudios científicos respaldan esta afirmación y muestran que la falta de sueño desequilibra las hormonas del apetito: disminuye la leptina (relacionada con la saciedad) y aumentó la grelina (que estimula el hambre).

La Dra. Ana María Tamagnone, pediatra y también integrante de PROFENI, destacó el rol del juego: “El juego ayuda a descargar energía, estimula el apetito real y favorece el descanso nocturno. Un niño descansado está más predispuesto a disfrutar los alimentos y a detenerse cuando ya no tuvo hambre”.

El yogur, un aliado

Para ayudar a los niños a sentirse satisfechos sin un exceso de calorías, los expertos sugieren alimentos como el yogur, que es una opción ideal por su combinación de proteínas, calcio, vitaminas y bacterias vivas.

Sentarse a la mesa, sinónimo deconexión

El entorno en el que se comió es tan importante como el alimento en sí mismo. La Dra. Ingrid Gerold, médica pediatra, enfatizó que las comidas distendidas y en familia fueron fundamentales. «La angustia y otros sentimientos negativos incrementaron el ‘hambre emocional'», advirtió. En cambio, compartir la mesa, mirar a los ojos y conversar refuerzan un vínculo sano con la comida. “Involucrar a los niños en la elección y preparación de los alimentos les dio autonomía y promovió decisiones más conscientes”, añadió.

Por último, los especialistas propusieron que la educación nutricional sea parte de la currícula escolar. La “alfabetización alimentaria”, o sea la capacidad de comprender la información nutricional es una herramienta esencial para que los niños tomen decisiones informadas desde temprana edad.

Platos y snacks para una infancia nutritiva

Como una especie de guía práctica que puede ayudar a los padres a la hora de definir menúes, los expertos compartieron ideas de comidas y snacks saludables:

Platos principales

  • – Tortilla de vegetales con queso y papa: Con huevos, espinaca, zanahoria y queso semiduro.
  • – Guiso de garbanzos: Con calabaza, tomate y huevo duro. Ideal para el invierno, ya que aporta hidratos complejos, fibra y proteínas.
  • – Plato de pollo con quinoa, palta y vegetales:

Opciones para almuerzos ligeros

  • – Wrap integral de atún: Con zanahoria rallada, huevo duro y palta. Fácil de preparar y lleno de texturas y colores.
  • – Sopa crema de calabaza: Con semillas de girasol o calabaza, que aportan grasas saludables.

Snacks saludables

  • – Yogur natural: Con granola casera y frutas frescas.
  • – Tostada integral: Con mantequilla de maní (natural) y rodajas de banana.
  • – Huevo duro: Acompañado de bastones de zanahoria y hummus.
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