Una vez le preguntaron al exsecretario del Tesoro y presidente de Harvard, Larry Summers, hasta qué punto pensaba él que lo que uno aprendía de economía en una universidad y de sus profesores influía a la hora de hacer política económica. Summers, un economista del MIT que se convirtió en uno de los profesores más jóvenes de la historia de Harvard (28 años), pegó rápidamente el salto a la arena política: en los 80 fue miembro staff del Consejo de Asesores Económicos de Ronald Reagan; a principio de los 90 trabajó en el Banco Mundial; en 1993 ingresó al gobierno de Bill Clinton ocupando distintos cargos hasta llegar a ser el 1 del Tesoro, y en 2008 acompañó a Barack Obama como asesor luego de la crisis financiera tras la caída de Lehman Brothers.
“La investigación económica producida en las universidades creo que tiene gran influencia en cómo se hace política económica, aun cuando tenga largos y discontinuos rezagos en las decisiones de uno a lo largo de una gestión. Pero tiene impacto, claro que sí”.
Para Summers, se trate de la economía keynesiana que influye en cómo pensamos las recesiones y los ciclos de actividad, si existe una línea de pobreza que nos moldea la manera de cómo abordar la cuestión de la pobreza, la aplicación del análisis costo-beneficio para el diseño de regulaciones, la medición de correlación y confianza para evaluar sistemas de salud y financieros, el análisis de las estructuras de negociaciones que salen del desarrollo de la teoría de los juegos o los préstamos de última instancia cruciales para las respuestas de las crisis financieras, “todas y cada uno de estas cosas tienen raíces en investigaciones económicas realizadas en universidades y creo que sí es algo muy poderoso en las personas”.
El economista inglés John Maynard Keynes escribió en ‘La Teoría General del Empleo, Interés y Moneda’ que “las ideas de economistas y filósofos políticos, cuando tienen razón o cuando se equivocan, son más poderosas de lo que generalmente se cree. En realidad, el mundo es gobernado por algunas de ellas. Hombres prácticos, que creen que están bastante exentos de cualquier influencia intelectual, son, por lo general, esclavos de algún economista muerto”. De este modo, Keynes argumentó que quienes se consideran puramente pragmáticos y ajenos a las ideas se ven, en realidad, inconscientemente guiados por las teorías económicas obsoletas de pensadores del pasado.
¿Pero será así?
“Si tenía alguna duda de si la formación que recibimos en las universidades tiene relevancia en nuestras decisiones y forma de hacer política económica -continuó Summers en una entrevista para el libro ‘Cuando el Presidente llama’-, me fue evacuada en el pico de la crisis financiera de Asia cuando, como funcionario del Departamento del Tesoro, me tocó ir a un viaje a China para entender qué sucedía y proveer algo de información para Washington. Tuve así la oportunidad de encontrarme con Zhu Rongji, entonces premier chino y el número dos de su país. Se me explicó que como yo no era miembro del Gabinete sino de un rango menor, subsecretario, entonces tendría una charla breve de cortesía entendiendo bien que cuando fuera la hora de terminar tendría que ser así. Serían unos 20 minutos. Ingresé a la sala, leí mis puntos, él leyó los suyos y estuvo bien. Me estaba levantando para irme cuando Rongji me dice “¿Es usted el mismo Larry Summers que era profesor de Harvard?”. Contesté que sí (riéndome) y me preguntó si estaba de acuerdo con Stanley Fischer en que en un país que registra salida de capitales fuerte, la prioridad debería ser subir la tasa de interés para estabilizar la moneda o, como Joe Stiglitz, que la prioridad debería ser bajar las tasas para proveer liquidez al sistema financiero y que la moneda fluya por sí misma. Debatimos cuarenta y cinco minutos sobre este punto. Lo que aprendí es que no es solo en Estados Unidos ese tipo de investigación y vida académica de los economistas tiene un influencia importante en el pensamiento económico y en cómo uno hace política económica”.
¿Significa esto que una persona piensa siempre del mismo modo? ¿Utilice un único marco conceptual, recurra a las mismas herramientas o plantee parámetros iguales sin tener en cuenta el contexto económico, político y social, para resolver un problema?
Sobran los ejemplos de que ello no es así, tanto para economistas como para presidentes, sobretodo en el corto plazo donde está en juego la supervivencia política de un funcionario y la clave pasa más por la corrección de los errores o recalibración de una política que la consistencia de una idea ingeniosa.
Pero, como dice Summers, sutilmente, con rezagos “largos y discontinuos”, son las ideas, la formación y la manera de pensar la economía que terminan, temprano o tarde, impactando en las decisiones que tomamos.