Pepe Cibrián, director teatral y dramaturgo argentino, analizó la política como un escenario teatral y adviertió sobre los límites de los personajes políticos: “Podríamos decir que Milei es un pésimo actor. No le creo nada. El actor puede ser malo o bueno, pero actor. Y esta gente no es ni mala ni buena, son marcianos. Entonces todo su discurso no es creíble porque el actor hace magia”, ejemplificó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190). «Cristina fue muy buena actriz. Milei es un personaje sobreactuado, es un Olmedo, no le creo nada. Macri es un actor inglés que sí puede hacer una buena comedia pero no es protagonista. Los demás son muy malos actores. Y cuando el actor y el escenario, sobre todo, saben que sos mal actor, te expulsa», explicó Cibrián.
Cibrián es director teatral, autor, dramaturgo y actor argentino. Se lo considera como uno de los más reconocidos de teatro musical en la Argentina.
Mientras estábamos en el corte me decías: “Yo soy un hombre político». Los periodistas somos constructores de la subjetividad, nuestra profesión tiene solo 400 años. Y la subjetividad en el pasado la construían otros, pero fundamentalmente la construían los artistas. Así que me gustaría primero que vos te definieras como hombre político y cuánto de tu tarea vos tenés conciencia de que, como la de tus colegas, construís sentido.
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El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hay dos partes, o varias de Pepe en este caso. Y yo agradezco profundamente esa introducción. Soy un hombre de lucha. Tengo 77 años; desde los 18 que estoy trabajando. Vengo de siete generaciones de actores, pobres, ricos, igual que nosotros. Vendíamos, hipotecábamos, volvíamos, empeñábamos. Pero hay otra parte, y parece un poco vanidoso quizás el poder decirlo, que me define desde un lugar casi te diría con más orgullo que el que es mi herencia de por vida, que es el arte. Y tiene que ver con el ciudadano, porque yo vengo de una familia muy ciudadana.
Mi padre, a los 19 años, peleó en la guerra civil en el Frente del Nebro Republicano. Por supuesto, mamá tenía 13 años, mi abuela se murió de una infección; actores muy pobres, y se enterró en una fosa común. Peleó también por un ideal hasta que finalmente ambos, papá 10 años mayor, fueron exiliados y no pisaron nunca más su tierra. Llegamos a la Argentina. Yo tenía 2 años, y como papá había nacido en una gira en el año 16 en Buenos Aires, donde está el Obelisco, que era la iglesia de San Nicolás, yo soy argentino por opción, con lo cual soy argentino del alma.
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Entonces, hubo una oportunidad en la cual se estaba por tratar la ley igualitaria y recuerdo que, en un almuerzo con Mirtha, tuve un diálogo con una diputada, que por supuesto no estaba de acuerdo conmigo, y una senadora al lado que no conocía yo. Yo no conozco mucho a nadie, pero a la noche me mandó un correo donde me pidió si yo quería inaugurar las sesiones, bla bla bla, sabiendo que estaba a favor, y así asistí ese día.
Yo había estrenado una obra que se llama Marita que habla sobre la muerte o el asesinato de Federico, pero que no habla de la sexualidad; habla de todos aquellos que, por pensar o accionar diferente a través de la historia, han sido asesinados, exiliados. Y en el caso de Tomás Federico, primero porque era muy amigo de mis abuelos, porque lo conocían mucho y parece un ejemplo de esto. Entonces le dije a esta senadora: “Yo tengo acá un papelito, ¿lo puedo leer?”. Y era el monólogo final, cuando a él le dicen que puede hablar antes de morir. Este monólogo habla sobre Marita, pero todo lo que implicaba ser Marita: Beethoven por ser creativo, Dante por pensar, Calderón por la vida de sueño, en fin, tantas cosas.
Y eso me implicó, dicen, y lo creo, que saliese esa ley, sin desvalorizar a todos aquellos que pelearon por todo aquello antes. Pero también me otorgaron un galardón Domingo Faustino Sarmiento. Muy bien. Y lo agradecí mucho en el Senado y, el otro día, estaba en Catamarca, y me invitaron del Senado para hablar sobre otra cosa. Entonces comenté a un senador ahí: “¿Y vos, es que me dieron este galardón? ¿Te lo dieron?”. “Sí». «Ah, es el mayor galardón que se puede dar a un ciudadano argentino». Me dieron la ciudadanía ilustre. Lo digo de ego de amor. O sea, que lo que yo más aprendí de mis padres es hacer ciudadano. A pelear por mis ideales en la vida y en el teatro. No he dejado de pelear. Entonces, me defino así.
Eso es lo que yo me defino: un hombre que es constante y coherente con todo lo que dice, lo que creo, hago, y no tengo vergüenza ni de hablar porque soy democrático, porque tengo 77 años, porque a ver qué me van a hacer. No es dictadura; en la cárcel no va a meter, no me va a dar trabajo el gobierno. Yo nunca he vivido un gobierno ni de un diputado, o sea, que no me asusta. Pero eso es lo que creo que me define: un hombre que no se asusta.
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En los últimos años, fundamentalmente, un libro clásico de media década del 70 habla de la sociedad del espectáculo, anticipando que los políticos se iban a convertir en artistas y que lo que íbamos a tener era, a partir de los nuevos medios de comunicación, presidentes que iban a ser personajes que tenían una capacidad de llamar la atención, de transmitir sentimientos. ¿Qué te parece esta inversión en que hoy, eh, para ser presidente, o muchos presidentes, para lograrlo, tienen que tener una capacidad artística?
Hoy en día hay literalmente entrenadores donde a los políticos los entrenan desde su forma de hablar, desde su imagen. Pero yo siento que, por ejemplo, nuestros presidentes: Cristina fue muy buena actriz, hizo bien su personaje; los demás son fatales. O sea, creo que Milei es un personaje sobreactuado, es un Olmedo, digamos, no le creo nada. Macri es un actor inglés que sí puede hacer una buena comedia; no es protagonista, pero más o menos hablaba simpático, tenía un sentido común de la actuación. Los demás son muy malos actores. Y cuando el actor y el escenario, sobre todo, saben que sos mal actor, te expulsa.
Entonces, a la larga, todos estos actores, como no saben mantener un personaje porque no son actores, se los expulsan porque son sobreactuados o miniacuados o no tienen un sentido de qué es el teatro. Entonces no se puede aprender a ser actor, no se puede aprender a ser gracioso. Yo no te puedo enseñar; sos o no sos gracioso. Y ser político no significa ser actor, significa ser político. Y la política obviamente está bastante desvalorizada, no estoy inventando yo. Y también está desvalorizada porque no tenemos buenos actores.
Más allá de los que ya fueron, de los que están expectantes para hacerlo, ¿a quién les encontrás esa calidad teatral, parecerlo de alguna manera?
A Ninguno. Ojalá surja un “halcón político”. Un Cibrián político, no yo, mi padre. Entonces lo que encuentro es que son actores malos de reparto. Porque el actor puede ser malo o bueno, pero actor. Y esta gente no es ni mala ni buena, son marcianos. Entonces, todo su discurso no es creíble porque el actor hace magia. Vos sabés que el conejo sale de algún lado. Entonces, cuando el conejo sale, decís: “¿Cómo salió?” Y sabes que salió de algún lado, te convertís en un niño, en un señor que apuesta, que vota por ese mago. Cuando el conejo sale horroroso, decís: “¿Qué coño de mago estoy viendo?” Y creo que no saben manejar los conejos. Hay que enseñarles, pero eso se nace.
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¿Los espectadores también requieren tener cierto talento para captar al buen actor?
Mi padre, que era muy sabio, me decía: “Pepe, a los espectadores habría que ponerles ensayo”. O sea, cuando va a empezar la función, decirles: “En esta frase, risa; en esta, sonrisa; acá no hagan nada; acá se puede aplaudir”. Antiguamente los espectadores sabían de teatro, entonces no iban porque era éxito, iban porque había un crédito que los llevaba, pero sabían. Luego fueron el 50%, luego el 30%, luego el 20%. Y si llenaban un teatro era porque era éxito, pero no porque entendieran necesariamente el teatro. Yo creo que el espectador, al tener una cultura muy primaria, que es lo que le da la televisión, por ejemplo, no les da eso. Mira, yo estoy por estrenar el año que viene, no es un chivo porque es real, la segunda parte de Drácula, o sea, Drácula 2 y hay muchos actores y brillantes actores.
Entonces ayer, a 12 que son protagonistas, les dije… porque claro, me acuerdo cuando María Rosa Gallo… ¿quién digo? María Rosa Gallo. Ah, no sé quién es, pero es como si no supieras quién es Chopin y sos músicos. No saben quién es, pero no es culpa de ellos, es culpa de los profesores que tampoco saben quién es María Rosa Gallo, porque cuando estaba el Conservatorio Nacional, donde estaba Gasalla, había grandes profesores. Ahora el problema es que no saben. Entonces, los profesores de teatro musical no saben nada, salvo tres. Yo me puedo sentar ahora con un profesor, decir: “Bueno, vamos a hablar de teatro musical”, y tú vas a asegurar que no. Entonces digo: ¿qué les enseñan? ¿Qué saben más que de Chicago, Cabaret, y Frozen?
¿La audiencia entonces compra malos actores en el sentido político? Decía Felipe Piña ayer acá, en esta sesión donde estás vos, que Milei va a ser un mal recuerdo en la historia. ¿Podríamos decir que es un mal actor?
Oh, es un pésimo actor. No le creo nada. Ahora ya es actor de comedia, no es un actor de circo. Y dentro de poco va a ser tragedia. Primero fue un actor sobreactuado, un actor que a un público, sobre todo joven, y a una sociedad que estaba cansada, indudablemente, de lo que venía, de todos los que venían. Este hombre empezó a interpretar un personaje seductor, maravillosamente seductor. Para mí no, pero para la gente sí, acostumbrada a ver un teatro ya aburrido, pasatista, malo. Bueno, apareció este personaje, dijo: “Wow, me despierta”. No era Edipo Rey, pero era algo popular.
Y luego de esto empezó a pasar que como ya las entradas del teatro empezaron a bajar, dijeron: “A ver, ¿qué género vamos a usar? No vamos a usar una comedia más inglesa. Por ejemplo, cuando dice que no va a insultar más. Yo no sé si lo va a poder aguantar porque es como una cosa endémica. Entonces es como: me aguanto hasta que un día sale, sale, y va a salir porque va a salir porque es ese actor. Yo no estoy hablando si es bueno o malo, a mí no me gusta, pero es ese. Entonces, dentro de poco es comedia y dentro de poco va a ser tragedia griega. Entonces va a surgir Sófocles y va a surgir, comedia Aristófanes, pero van a surgir los trágicos, cosa que yo no deseo. Yo deseo que mi país de nuevo sea comedia, no que sea circo. Ojalá podamos tener una sociedad de comedia. Entonces somos pendulares: vamos del circo a la tragedia, de la tragedia al circo. Y nunca hay un término medio de comedia.
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Lo que vos estás planteando es exactamente opuesto a lo que planteaba Marx, cuando lo que comienza como tragedia se convierte en farsa. Y vos lo que estás planteando es que es el recorrido inverso. en este caso: se comienza en circo, y se termina en tragedia.
Lamentablemente, porque yo siento que esto es lo que ha sido siempre nuestra sociedad. Sinceramente, yo cuando voté a Cristina, la voté porque consideré, primero que es muy inteligente, lo es, más allá de que sea kirchnerista, y porque pensé que era una buena estadista. O sea, el estadista fueron aquellos grandes gobernantes que pensaban que iban a construir edificios, pero hacían cloacas para dentro de 80 años, no para que te voten. Vos sos padre, lo sé, pero hay divinos. Vos sos un estadista porque vos has educado a tus hijos, porque sos buen padre, además, para que sean gente importante y valiosa, no por fama, dentro de 80 años, no los educas para hasta los 10.
Entonces, me desilusionó mucho eso porque dije: “Esta mujer es tan inteligente que va a ser esta vista, va a ser cloacas para 80 años” y no lo hace nadie, no se construye cloacas para 80 años. Por eso estamos sin cloacas en los barrios, sin cloacas en la vida. Entonces, la mierda se va para todos lados porque no tiene por qué dónde conducirse.
Una persona como Jaime Durán Barba, que es un coaching, podríamos decir, de presidentes, él dice que en los candidatos escucha, cuando dan un discurso, sin sonido, pone el sonido en cero para ver la expresividad de la persona. Él dice que en la época de la radio, la voz era lo importante, pero en la época audiovisual, lo importante es la quinestesia, no la voz. Me gustaría tu opinión respecto a la importancia que tiene en el buen actor eso y trasladarlo a la política.
Cuando yo era chico, me acuerdo que escuchaba Tarzán, entonces me imaginaba a Chita, me imaginaba a Tarzán, a Jane. De pronto, actores como Susy Kent, que no era una mujer atractiva, pero en radio te imaginabas una mujer espectacular. Susy en general, hasta que empezó mal la televisión, no se mostraba. Lo que era eso era magia. Hoy en día tenemos que ver la magia en vivo. Entonces ahí está, donde vos podés escuchar como símbolo e imitarlo. O sea, si yo voy a ver un elenco ruso y no entiendo ruso, pero entiendo eso de ese sonido y me conmueve, indudablemente, es porque son grandes actores.
¿El último discurso del presidente, después de las elecciones, cuando apareció Milei, absolutamente atildado, con unos anteojos muy grandes, muy formal, te resultó inverosimil?
Me resultó un mal actor. Dije: “Pero esto no sos vos, esto no es tu personaje». ¿Cómo se puede hacer pasar de ser Tarzán a ser Lord Hanfor? No, sos Tarzán y tenés que mantener tu Tarzán y tirarte por las lianas, porque no me lo puedo creer. Porque, además, repito, es mal actor. Entonces, ¿por qué te lo vas a creer? Además, porque hay una transición. Somos un país que no permite que la gente cambie. O sea, Susana Jiménez tiene que ser rubia, yo tengo que ser musical, vos tenés que ser un gran periodista. ¿Sabés por qué? Porque todo cambia tanto. Entonces, el dólar a 1500, no a 1000, pero en los países civilizados, el dólar está siempre lo mismo. Entonces Meryl Streep puede ser de bruja, de puta, de madre, de Los Puentes de Madison, porque no cambia alrededor nada. Acá nos cambia tanto que no me permiten a mí, a Gasalla, que era un genio de actor, hacer Enrique IV, Y entonces, claro, eh, es muy difícil porque uno tiene que mantener a huevo un personaje. Entonces los señores que apoyan con todo derecho a este señor, pues también deben estar desconcertados.