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Un día con Papá Noel en Comodoro: cuando los deseos pesan más que los regalos

En vísperas de Navidad, cuando el calendario apura y el viento patagónico se cuela entre las compras de último momento, Papá Noel pasó por Comodoro Rivadavia para hacer lo que hace todos los años antes de emprender su viaje más largo: recibir cartas.

Esta no fue una aparición fugaz ni un saludo apurado. Hubo tiempo para abrazos, para fotos con los más chicos y también para una conversación profunda, inesperada, lejos de lo superficial. La recorrida estuvo acompañada por Luciana Muñoz, su fotógrafa personal, quien desde detrás de cámara cuida la ilusión, respeta los tiempos de cada nene y convierte cada encuentro en una experiencia pensada más allá de la foto.

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Papá Noel habla despacio. Se toma su tiempo. No parece apurado, a pesar de que en pocas horas tendrá que recorrer miles de hogares. Para él, la Navidad no empieza ni termina en el intercambio de paquetes. “La Navidad no es el regalo, ni es Papá Noel, ni es el arbolito”, dice, sin rodeos. “Tampoco es poner la música a todo volumen y compartir comida y bebida”.

Para este personaje que atraviesa generaciones, la fecha tiene otro centro de gravedad, la Navidad es el cumpleaños de Jesús. Y él es el que todos los años nos regala un milagro, que es el milagro de la bondad. Por eso, en la fecha navideña todos nos sentimos un poco más buenos”.

Navidad en familia

Papá Noel pone el foco en algo simple pero profundo, no todos viven la Navidad de la misma manera, y todas son válidas. “La Navidad se vive en familia, si la hay. Y si no la hay se vive con un vecino, con alguien cercano o se vive con el espíritu de uno mismo”. El mensaje se repite como un hilo conductor, lo importante no es la forma, sino el vínculo.

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Entre carta y carta, surge la pregunta inevitable. Esa que todos, alguna vez, nos hicimos. Y esta vez, con autorización especial de Luciana Muñoz, su fotógrafa personal, ADNSUR va directo al mito. —Papá Noel, ¿por qué nunca se te puede ver? “Son muchos los hogares que tengo que visitar y tengo que ir súper rápido, casi a la velocidad de la luz”, explica. “Te diría que estamos en un universo paralelo, moviéndonos de manera tal de poder cubrir todo el recorrido en una sola noche”.

Derribando mitos

Nada de chimeneas, nada de acrobacias imposibles. “Por la chimenea no entré nunca”, confiesa. “Primero porque son chiquitas, después porque en invierno están prendidas y más tarde aparecieron las estufas eléctricas… ahí ya se me complicó del todo”, ríe. “Entonces entro por la puerta, como cualquier ser humano normal; la gente deja la puerta abierta en Navidad y entramos tan rápido que no nos pueden ver”.

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Hay una pregunta que Papá Noel se toma muy en serio, especialmente porque sabe que hay chicos escuchando. —¿Es verdad que a los que se portan mal no se les trae regalos? “No es verdad”, responde sin dudar. “No hay chicos que se porten mal, los chicos siempre se portan bien. Cuando hay una falencia o un mal comportamiento, hay una falencia de parte de los padres. La educación de los niños empieza 20 años antes, con la educación de los padres” opina. “Jamás le dejé carbón a ningún chico”.

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No todas las cartas hablan de juguetes, se trata de pedidos que “te parten el alma”, confiesa Papá Noel. “Quiero que mi papá vuelva a casa o quiero un par de zapatillas porque voy a la escuela descalzo”, son algunos que obligan al hombre de los regalos a aguantar el llanto. “Cuando eso pasa, no hay magia que alcance, a veces no puedo brindar la solución”

Antes de irse, con las cartas ya guardadas y la agenda de los duendes en mano, Papá Noel deja algo más. No brilla y no tiene pilas. “Sean buenos”, pide. “Los padres con los hijos, los hijos con los padres. Sean buenos con los vecinos, con los compañeros de trabajo, con los amigos… y también con los que no lo son. Deseo que el bien nazca en tu corazón, se extienda por tus manos y llegue a la persona que más lo necesite”.

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La fotógrafa que cuida la ilusión de la Navidad

Mientras Papá Noel recibe cartas y decenas de nenes que quieren saludarlo, hay alguien que observa en silencio, atenta a cada gesto. Luciana Muñoz es fotógrafa y la ideóloga de esta experiencia navideña. No solo cuida que cada encuentro sea un momento inolvidable para los chicos; desde ese lugar construye cada escena. “No se trata solo de sacar una foto, sino de escuchar, acompañar y respetar los tiempos de cada chico”, explica.

La idea de retratar a los chicos junto a Papá Noel no apareció de un día para el otro. Luciana Muñoz la venía pensando desde hacía tiempo, atravesada por su experiencia como fotógrafa infantil y por una búsqueda muy concreta: encontrar a alguien que no solo se pareciera al personaje, sino que supiera trabajar con niños.

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“Yo quería hacerlo hace mucho tiempo”, cuenta. “Buscaba a alguien que se parezca a Papá Noel, pero sobre todo que tenga el tacto para trabajar con nenes, porque no cualquiera puede hacerlo y menos durante jornadas largas. En Comodoro no encontraba a nadie, entonces empecé a averiguar a nivel país y vi que hay personas que se dedican a esto, pero muchas veces es solo posar para la foto. Yo buscaba algo más”, explica, “que Papá Noel pueda interactuar, que los chicos le puedan preguntar cosas y que él les responda, que no se termine la ilusión cuando se saca la foto. Quería que el nene no se vaya solo con una imagen, sino con el recuerdo de que pudo hablar con Papá Noel”.

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La propuesta, desde el inicio, fue pensada como una experiencia. “Si el nene es medio tímido, jugamos un poquito. Capaz que ahí se suelta, quiere contar otra cosa o simplemente jugar. Lo mejor es dejar esa espontaneidad que ellos tienen, porque es única”.

Jugar antes que posar

Luciana lo repite varias veces, las mejores fotos no se buscan, aparecen. Y casi siempre, jugando. “Mientras estamos jugando un ratito, se van a divertir y van a salir fotos hermosísimas”. Consultada por la reacción de los nenes al ver a Papá Noel, cuenta que cada nene es distinto; algunos entran corriendo, otros se quedan quietos, observando. Para ella no hay fórmulas universales.“Lo mejor es dejarlos ser, escucharlos y acompañarlos para que salgan lindas fotografías”. El respeto es una regla innegociable para ella. “Si el nene no quiere acercarse a Papá Noel, no lo forzamos. Les decimos a los papás que den una vueltita, que se relajen, y si no quiere, está bien”.

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Recuerdos para toda la vida

De una necesidad personal a una vocación

Luciana estudió fotografía cuando recién aparecían las cámaras digitales, pero su camino profesional cambió con la maternidad. “Cuando nació mi hija mayor, hace 11 años, buscaba una fotógrafa de recién nacidos y en Comodoro no había. El lugar más cercano era Trelew”. Esa ausencia la empujó a especializarse. “Pensé: ¿Cómo puede ser que no haya nadie que haga fotografía de bebés?’”. Viajó, se capacitó y hace diez años que es una de las más reconocidas en el rubro. “Es lo que realmente me hace feliz”

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