El tobogán de Boca no tiene piso, sigue en clara pendiente hacia abajo. A la eliminación tempranera de la Copa Argentina le sumó otro capítulo que se repite, otra caída de las que duelen. Para meterse en la peor racha sin victorias en la historia, de no creer.
Es decir, el veranito del fenómeno social en el Mundial (un espectáculo, un sello del club) y de la resistencia contra el Bayern Munich forman parte de esta saga de 11 partidos sin ganar, incluido un vergonzoso 1-1 contra un rival amateur.
La realidad es que este equipo no le gana a nadie. Ni a los que le salen al frente (Argentinos o Huracán) ni a los que esperan (Unión o ATU), ni de visitante ni en la Bombonera ni en cancha neutral. Al hincha le cuesta sentarse a ver los partidos y sufre más allá del amor por los colores. Es que Boca en cancha transmite desánimo, cero fútbol, nada de línea de juego. Y ninguna ilusión.
Claro, los que no ganan son los jugadores. Pero aparece siempre el nombre de Riquelme por lógica: es el máximo ídolo del club en su rol de presidente y este 2025 es lamentable. Acá no hay política que valga, acá no tiene nada que ver la oposición, ni las operetas. Manda la realidad y es esta.
JR no encuentra el rumbo y ni un nombre propio del plantel, salvo a veces Merentiel, da la talla. Si no se habla tanto de ningún otro presidente es porque no se llama Riquelme (un caso similar en Estudiantes es Verón). Riquelme es la cara de Boca, lo fue en las épocas doradas de 10 y lo es ahora como el responsable del club.
Hoy Riquelme está en el centro de la escena justamente por lo que fue como jugador, por cómo cuestionó cuando no era dirigente, por cómo está manejando Boca con el Consejo y su hermano Cristian. Y porque es muy fuerte ver a un equipo suyo tan limitado, deshilachado y coleccionado golpes. Si no se rodea y cambia, y deja de ser autocrático…
Tiene dos años y medio más por delante.
A Russo lo echó y volvió a buscarlo (AP Photo / Gustavo Garello).
Casi ninguno da la talla. Huracán venía último y sin puntos (Foto: Fernando de la Orden).
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