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La mano visible del súper asesor y la jugada desconocida con el oro argentino

La cercanía a la primavera hace florecer las internas en el gobierno de Javier Milei. Son discusiones desiguales. Siempre que esté el asesor estrella, Santiago Caputo, de un lado, poco importa quién se ubique enfrente. Lo sabe el secretario de Energía, Eduardo Rodríguez Chirillo, que el lunes pasado alteró los ánimos en Enarsa, la empresa pública que más dinero del Estado maneja, con una comunicación interna. El funcionario había escrito algo que no quería para adaptarse a los nuevos vientos que recorren la gestión libertaria.

Rodríguez Chirillo le ordenó a Juan Doncel, presidente de Enarsa, que convocara a una asamblea ordinaria para cambiar la composición de su directorio. La reunión, que se realizará esta semana, le quitará a Doncel el lugar que ocupa. El nuevo presidente será Tristán Socas, que entrará acompañado de dos nuevos directores, Federico Márquez y Diego Zabala.

Los nombres son importantes por la cantidad de dinero que manejarán, pero más aún porque su llegada delata los hilos invisibles que recorren a la administración Milei. Es que las incorporaciones de Enarsa llegaron por un reclutamiento de Francisco Caputo, hermano de Santiago, de manera que la selección de personal en el Estado involucra cada vez más a la familia.

Santiago, integrante del denominado triángulo de hierro de Javier Milei junto a la hermana del Presidente, Karina, es un plenipotenciario de los recursos humanos y otras tareas capaz de traspasar las fronteras de cualquier ministerio. Pasó en Justicia y ahora en Economía, la cartera que maneja Luis Caputo, su tío.

Santiago Caputo, Gerardo Werthein y Javier Milei en la Casa Blanca. El primero extendió el poder sobre áreas de la economía mediante designaciones en empresas públicas.

El movimiento en Enarsa resulta en una nueva licuación del poder de Rodríguez Chirillo, que al principio del mandato había pedido la gestión total de esa empresa porque es parte del desbarajuste energético heredado. Es, también, la reanudación de un proceso que comenzó antes. A principios de julio pasado, Daniel González ingresó a Economía como coordinador del área de Energía a pedido del ministro Caputo. Y Mario Cairella ingreso a Cammesa con la tutela de José Luis Espert y en contra de la opinión de Rodríguez Chirillo.

El secretario de Energía, que acompaña a Milei desde hace tiempo, elige ver el vaso medio lleno. Intentará que su hombre, Doncel, continúe como gerente general de Enarsa, por lo que espera no perder el control de la gestión. Y le dijo a quienes lo rodean que con González, hombre de Caputo, hacen un doble cinco energético que se complementa.

Además, terminó la semana optimista. Estuvo desde el martes al jueves pasados en Houston buscando inversiones. Transmitió que el entusiasmo internacional que despierta Milei se corrobora en la meca petrolera norteamericana.

En el entorno de Caputo también ofrecen una explicación amistosa. Tras la salida de Nicolás Posse, Diego Chaer se hizo cargo de las empresas públicas. Dicen que Caputo sugiere, pero todo es revisado por Chaer.

La película que se verá esta semana en Enarsa es la continuación de la que ocurrió días atrás en Na-Sa, la empresa pública que administra las centrales atómicas del Estado, que adelantó el medio especializado Econojournal. Allí, Alberto Lamagna reemplazó en la Presidencia a Luis Fasanella, que descendió a la vicepresidencia. Detrás está la mano visible del súper asesor, que para hacerle un lugar a este último despidió de la empresa a Julián Gadano.

Gadano fue funcionario de Mauricio Macri y mantiene una relación de diálogo periódico con el expresidente. Su salida despertó la furia de Macri, quien piensa lo mismo que dice en público: Milei lo trata bien, pero Caputo lo destrata. El fastidio del expresidente, además, tuvo un condimento gastronómico: a Gadano lo echaron un día después de que Macri comiera milanesas con Milei en la Quinta de Olivos.

Lamagna es un científico con recorrido político. Tuvo cargos en los gobiernos de Cristina Kirchner y del propio Macri. En enero pasado llegó hasta Santiago Caputo cruzando un puente construido con la promesa de soltar empresas.

El Estado debe renovar Atucha I (al fondo) para extender su vida útil. Es un trabajo oneroso -se estima que cuesta más de US$300 millones- y no hacerlo puede resultar aún más caro, porque la central debería salir de funcionamiento.

Los críticos de Caputo en las empresas públicas aseguran que Lamagna le prometió al asesor de Milei privatizar las centrales atómicas en un puñado de meses. Es una propuesta en línea con lo que él mismo quiere, por orden de Milei.

En junio pasado, Caputo presentó a Chaer como nuevo gestor de las empresas del Estado frente a unos 50 directivos de las compañías públicas. Ambos fueron implacables. Sostuvieron que al Gobierno no le interesa ponerlas en valor para ver qué pasa luego, sino sacarlas de la estructura del Estado para que dejen de ser un lastre. Es la intersección que une a Caputo con la economía: con pérdidas operativas por más de $514.242,7 millones en el primer trimestre del año, el Estado empresario es un problema para el plan libertario.

Una mirada más profunda a los números anteriores refrenda las últimas decisiones de Caputo y Chaer. Enarsa es la empresa con peores resultados (por los subsidios a la energía antes que por su funcionamiento). Na-Sa, en cambio, no es deficitaria, pero tiene otro problema. El Estado debe renovar Atucha I para extender su vida útil. Es un trabajo oneroso -se estima que cuesta más de US$300 millones- y no hacerlo puede resultar aún más caro, porque la central debería salir de funcionamiento. Como es una usina nuclear, no alcanza solo con apagarla.

Ese es el objetivo común que derrama Milei. Se trata de restringir al máximo todo lo que lo aleje del equilibrio en las cuentas públicas. El Presidente hará hoy por la noche una gran puesta en escena sobre ese tema. En el teatro de los “degenerados fiscales” (el Congreso, en la particular visión de Milei) y frente a una tribuna mermada, se pondrá en el centro para presentar él mismo un presupuesto superavitario para el año próximo. Otros gobiernos lo han intentado en el pasado con menos vehemencia y más maquillaje contable. La novedad sobresaliente es que Milei es el general que va a la pelea adelante de sus soldados.

Lo que dirá hoy el Presidente es uno de los criterios de reclutamiento de Caputo para el personal que le responde. Varios funcionarios y decisiones están unidos por el mismo hilo, más allá de este gestor sin cargo, porque es la base de la supervivencia en el Gobierno.

Parques Nacionales, que maneja Cristian Larsen, cubrirá en 2025 el 75% de lo que necesita para funcionar con recursos propios derivados del aumento de las entradas, entre otras cosas. En la época de Alberto Fernández, solo alcanzaba el 25%. Y hasta la Corporación Puerto Madero le empezó a sacar más rédito a algunos lotes para mostrarse en sintonía.

Otros movimientos son mucho más notorios. Federico Sturzenegger, por caso, está cumpliendo sus sueños atrasados. Durante su paso por el Banco Central en la gestión de Mauricio Macri, le quitó a la entidad monetaria la obligación de contratar a empresas del Estado, entre ellas, Casa de Moneda, la imprenta pública.

Días atrás, implementó una norma similar, pero de mayor alcance, para que toda la administración pública tenga las manos libres al momento de elegir a quién comprarle. Ya no está la obligación de viajar por Aerolíneas Argentinas ni de cargar nafta en YPF. Pese a ese cambió radical, el martes pasado resonó la vieja norma de Sturzenegger en la imprenta del Estado.

El Banco Central lanzó una nueva licitación para producir billetes de $20.000. Invitó a varias empresas, pero dejó a propósito a una afuera: la propia Casa de Moneda, que tiene a la entidad manejada por Santiago Bausili como su principal cliente.

Es parte del cambio de época. El Gobierno prefiere comprarle billetes a China antes que hacerlos en la Argentina. No es ideológico, es económico. La imprenta del Estado ya recibió U$S70 millones de anticipo por papeles que todavía no entregó, y si bien está produciendo, puede recién ponerse a trabajar en nuevos billetes a partir de marzo de 2025.

Hay una cuestión aún más problemática relacionada con los precios. La China Banknote Printing and Minting Corporation le vendió últimamente al Banco Central billetes a US$59 el millar, y la empresa norteamericana Crane, a US$56. Casa de Moneda, en cambio, no puede fabricarlos por menos de US$90. Daniel Méndez, su presidente, que llegó allí a pedido del ministro de Economía, tiene la conciencia exacerbada de que deberá competir para sobrevivir.

Bausili, además, cerró una jugada importante, siempre en la misma dirección. A principios de este mes, el Banco Central informó que completó los movimientos con el oro argentino que habían desatado polémica. Esos lingotes partieron desde la calle Reconquista y llegaron al Banco de Inglaterra, con sede en Londres, pero están certificados por el Banco de Pagos Internacionales (BIS), con sede en Basilea (Suiza).

El Gobierno sacó el oro del país para utilizarlo con fines financieros. Pero ya obtuvo réditos adicionales, casi sin hacer nada. A tal punto que, incluso sus críticos, ven detrás de esa decisión la mano mágica del ministro de Economía.

Una parte del oro que salió del país había llegado a principios de los años 2000 proveniente de México. El dato destacado es que eran lingotes de mala entrega. Así se denomina al metal de peor calidad que, naturalmente, vale menos. Para hacerlo de buena entrega, hay que volver a fundirlo y darle mayor pureza. Es un proceso complejo y costoso.

El equipo económico, según confirmaron diversas fuentes, encontró una ventana de oportunidad —alta demanda del mercado— para certificarlo en el BIS como material de primera calidad. Ahí está la primera ganancia.

En la práctica, a Caputo y Bausili solo les importa la operación con Basilea. El destino físico del oro es una eventualidad decidida por el BIS. Este último es la garantía de que no haya embargos sobre esa propiedad y el que trata con el Banco Central argentino.

Todos están obligados a sumar al objetivo de que el Estado no pierda plata. Es el aventón necesario para llevar al país al lugar que quiere Milei. Sin embargo, no le alcanza. El resto implica salir del cepo cambiario, una tarea que a su vez debería contar con el apoyo del FMI mediante un nuevo acuerdo y fondos adicionales. Octubre puede ser una fecha clave en ese sentido. Es cuando se hará la asamblea del organismo, en Washington. Participará Luis Caputo, pero el terreno se irá preparando con conversaciones previas en las que tendrá un rol importante José Luis Daza, la más reciente incorporación al equipo económico como viceministro.

En la Argentina fue muy celebrado que el Fondo corriera de las negociaciones con el país a Rodrigo Valdés, a quien Milei había señalado como uno de los impedimentos en las conversaciones. La creencia local puede resultar imprecisa. Funcionarios del FMI que hablan con el establishment argentino sostuvieron que Valdés no se apartó por Milei, sino porque quiso. Del mismo modo, la directora Gerente del FMI, Kristalina Georgieva, expresó el viernes pasado su “plena confianza” en el economista chileno, que seguirá al frente del Departamento del Hemisferio Occidental, que supervisa entre otros países a la Argentina. “Confío en el criterio de Rodrigo en todos los aspectos, incluida la decisión de delegar las negociaciones del programa del FMI con la Argentina a su adjunto, Luis Cubeddu”, agregó la mandamás del Fondo.

En otros términos, las dificultades continuarán aunque los nombres hayan cambiado.

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