Uno de los componentes principales del momento eufórico que vive el gobierno de Javier Milei y el mercado financiero se llama «petróleo»: la acelerada suba en la capacidad productiva argentina hace que, por fin, el país haya dejado de ser un importador neto de energía y que, ahora, ese rubro se transforme en sinónimo de entrada de dólares.
Y es por eso que en diversos rubros hay quienes ya están celebrando a cuenta de los petro-dólares argentinos. Para quienes apuestan a la bolsa, fue un año de festejo: el valor de las acciones energéticas argentinas que cotizan en Wall Street se duplicó, con particular lucimiento de YPF.
La «petrolera de bandera» que empezó el año con una capitalización bursátil de u$s7.300 millones y una cotización de u$s17 por acción, mientras hoy, tras una valorización exuberante, tiene una capitalización de más de u$s17.000 millones y su acción cotiza en u$s40.
Todos los días llegan reportes de consultoras que hablan sobre la revolución productiva del yacimiento Vaca Muerta, como los de Energy Analytics Institute o Rystad Energy, donde se destaca datos como que, en un año se pasó de una extracción de 300 mil barriles por día a un nivel de más de 400 mil, y con tendencia a seguir subiendo. O que, en materia de gas, se registró una suba de 23% en un año.
Y también abundan informes que proyectan a mediano plazo la producción energética. Sobre la base de un boom inversor, PwC prevé que para el año 2030, las exportaciones de Vaca Muerta dejen en el país unos u$s30.000 millones, gracias a una producción estimada de 1 millón de barriles de petróleo y más de 250 millones de metros cúbicos de gas por día.
Para tener una dimensión de la cifra, basta recordar que es similar a lo que el sector agroindustrial aportará en 2025, según la última estimación de la Bolsa de Comercio de Rosario. No sorprende, por lo tanto, que en el sector energético se repita la frase de que Argentina contará con «un campo número dos» en muy poco tiempo.
Es por esto que se habla sobre un punto de inflexión: después de años de sufrir por los dólares que se «fugaban» ante cada importación de barcos de gas licuado, ahora el rubro de energía pasó a ser uno de los que tienen signo positivo en la balanza comercial.
Argentina vive un boom petrolero: los dólares que ingresaron
Las cifras son elocuentes: en el acumulado enero-octubre, se produjo un superávit energético de u$s4.302 millones, a pesar del traspié de mayo, cuando temperaturas inferiores a las esperadas obligaron a importar de apuro 12 buques de gas, entre acusaciones cruzadas entre el gobierno y la oposición sobre quién tenía la culpa del atraso en las obras de la red de transporte gasífero.
Pero lo cierto es que, pasado el invierno, todos se olvidaron de aquella pelea: las importaciones de gas cayeron mientras las de petróleo siguieron en suba. Es así que, según la estimación de la consultora Economía & Energía, el año terminará con un superávit energético de u$s5.400 millones.
Se trata de un hecho inédito, y que contrasta con el sufrimiento que las compras de gas habían causado en los últimos años. En 2022, particularmente, la combinación de varios factores negativos -bajas temperaturas, problemas de infraestructura, suba de precios por la guerra de Ucrania- generaron una tormenta perfecta: las importaciones de gas llegaron a la friolera de u$s11.959 millones, el triple de lo que se gastó este año entre enero y octubre.
Pero ahora el panorama es bien diferente: en las importaciones, la energía apenas representa un 7% del total -cuando en 2022 había sido 17%-. Y, del lado exportador, el petróleo saltó de representar un 9% a un 12%, y con tendencia a seguir subiendo.
«De problema a solución», sintetizó un informe de la firma bursátil Cohen, donde se analiza las perspectivas del sector energético en la economía argentina, y se plantea que el superávit actual no es un fenómeno pasajero causado por la recesión sino que debe considerarse como estructural, como consecuencia de la mejora en la infraestructura productiva y de transporte.
«Aunque el superávit actual es relativamente pequeño en términos absolutos, su relevancia radica en la capacidad de reducir la estacionalidad del mercado cambiario, un problema históricamente ligado a la concentración en exportaciones agroindustriales», observa la analista Milagros Gismondi. Su estimación es que ya en 2025 se puede esperar que el rubro de energía deje un saldo positivo de u$s7.600 millones, como consecuencia de exportaciones por u$s12.800 millones e importaciones de u$s5.200 millones.
El «efectro Donald Trump» sobre los precios del petróleo
Con semejantes cifras, es difícil no sumarse a la euforia que se ve en el mercado. Las firmas bursátiles reciben oleadas de consultas de nuevos inversores que quieren comprar acciones de empresas energéticas para no quedar fuera de la fiesta. Y desde el gobierno se afirma que el riesgo no es que el dólar suba sino que continúe bajando, por el flujo de ingreso de divisas que trae aparejada la fiebre del petróleo argentino.
Pero… aquí es donde empieza el lado B del boom energético argentino. Como si se tratara de una maldición, los precios internacionales, que subieron hasta niveles récord justo cuando Argentina necesitaba importar mucho gas, ahora están mostrando una firme tendencia a la baja. Es decir, buena parte de la mejora que Argentina logre en volumen de producción se verá neutralizada por una caída en la cotización de las cotizaciones de las materias primas.
Irónicamente, para un gobierno que quiere ser el primer aliado de Donald Trump, buena parte del cambio de tendencia tiene que ver con las políticas del presidente electo en Estados Unidos.
En parte, el petróleo está afectado por el mismo «efecto Trump» que el resto de las materias primas: ante el temor de una guerra comercial con China y un cambio de flujo de capitales, que vayan desde las economías emergentes hacia el dólar, se espera que la contracara del «super dólar» sea una baja en los precios de los commodities. Ya en el sector agropecuario, los analistas están recalculando sus proyecciones sobre la base de este fenómeno.
Exceso de producción de petróleo en el mercado mundial
Pero, además, hay situaciones específicas que tienen que ver con el petróleo: desde hace tiempo se está registrando en el mercado global un exceso de producción, ante una demanda que se estanca. Preocupa particularmente la situación de China, uno de los principales consumidores de hidrocarburos, que no está creciendo a la velocidad de otros tiempos y, además, está en pleno proceso de transición al transporte eléctrico.
Puesto en números, se prevé que en 2025 haya, todos los días, un exceso de un millón de barriles de crudo. Para un país productor, lo peor que puede ocurrir en un momento así es que haya un aumento en la oferta, porque producirá un desplome de los precios.
Y eso es precisamente lo que está ocurriendo. La Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) tiene previsto agregar, el año próximo unos 180.000 barriles por día. Los expertos señalan que, aun cuando en la próxima reunión de enero los jefes de la OPEP cambiaran totalmente de plan y decidieran no aumentar la oferta, igualmente habría un excedente que, en el segundo y cuarto trimestre del año, sería particularmente grave, de casi 1,5 millones de barriles diarios.
¿El plan de Javier Milei puede ganar con precios de petróleo en baja?
En definitiva, lo que los expertos están advirtiendo es que el gobierno argentino no debería festejar antes de tiempo por una exportación petrolera récord: es probable que los incrementos en volúmenes sean neutralizados, o al menos acotados, por un bajón en los precios. Y ya hay economistas que están previendo que, pese a la ayuda de Vaca Muerta, el año próximo terminará con déficit en la cuenta corriente.
¿Qué tan grave puede ser la situación de los precios en la energía? Por lo pronto, los informes que circulan en las empresas petroleras y los bancos de inversión señalan que se podrían registrar las cifras más bajas de los últimos cinco años. El propio Banco Mundial advierte sobre este efecto.
El Brent oscila hoy en los u$s71, después de haber tocado un máximo de u$91 este año. Los cambios geopolíticos -especialmente la elección estadounidense hizo que los analistas revisaran sus proyecciones: creen que la caída podría ir a la zona de los u$60, e incluso menos.
Entre los motivos principales figura el decidido apoyo de Trump a la práctica del fracking para la extracción del shale oil -el mismo que existe en Vaca Muerta- y, al mismo tiempo, su poco entusiasmo por la agenda energética verde que venía impulsando el partido Demócrata.
De hecho, cuando en la previa a las elecciones Trump lideraba las encuestas y confirmó su política petrolera, se vieron caídas que llegaron hasta los u$s64.
Según Antonio Ochoa, analista de la consultora RJ O’Brien, lo que el mercado está esperando es que Trump intentará compensar la presión inflacionaria de su «guerra comercial» con China mediante una caída en los costos de la energía. Según ese análisis, un fuerte impulso a la producción «shale» podría tener como objetivo llevar los precios petroleros al entorno de los u$s50.
Y hasta las situaciones conflictivas en los países productores podrían jugar a favor. Tanto la situación en Rusia como en Medio Oriente apuntan, bajo la gestión de Trump, a un cambio que podría normalizar el comercio energético. Ya este año hubo antecedentes en ese sentido: tanto en abril como en octubre, cuando hubo conatos de conflicto entre Israel e Irán, la reacción inmediata del mercado fue una suba de los precios pero luego, al constatar que los intercambios de misiles eran acotados y no afectaban plantas energéticas, las cotizaciones volvieron a caer.
¿Significa esto que Argentina no obtendrá ventajas de su nuevo protagonismo petrolero? No, pero un escenario internacional menos amigable obligará a un mayor esfuerzo en la eficiencia productiva. Por ahora, hay optimismo: según un informe de Fundación Mediterránea, tras la «curva de aprendizaje», se está viendo una baja en los costos de extracción en Vaca Muerta, con algunos casos de apenas u$s6 por barril.
El nuevo escenario del 2025 Será, en todo caso, la prueba para saber qué tan realistas son los sueños de una Argentina potencia petrolera.