“Paco Jamandreu contaba que hablaba por teléfono con Fanny Navarro o Zully Moreno y se peleaban a los gritos, pero la relata con un amor y dulzura que da mucha risa”, evoca Nicolás Martin, quien encarna a Jamandreu en “Paquito (la cabeza contra el suelo)”, de Juanse Rausch, con dramaturgia de Natalia Casielles y música de Teo López Puccio.
El espectáculo ganador de los premios María Guerrero y Teatro del Mundo se presenta los jueves en el Teatro Metrpolitan y evoca momentos de la vida de Paco Jamandreu, figura estelar del espectáculo nacional durante cuatro décadas, emblema de la moda, ícono gay y artista. Canciones, recuerdos imposibles, números de café-concert, estrellas de la escena nacional y efemérides inéditas hilvanadas por el hilo de la memoria discurren por esta obra.
Cuenta con actuaciones de Maimar Abrodos, Lucía Aduriz Bravo, Nicolás López Barrios, Paola Medrano y el artista invitado durante enero, Mariano Saborido, con Sebastián Sonenblum al piano. Conversamos con Martin.
Periodista: ¿Qué tiene de atractivo encarnar a este enorme personaje?
Nicolás Martin: El atractivo pasa por traer a la memoria una personalidad que fue parte de nuestra identidad cultural. Sobre todo por ser uno de los primeros homosexuales que militó abiertamente su sexualidad en televisión en un contexto que oprimía mucho. Es muy emocionante para mí interpretar a alguien que participó fuertemente en la lucha por derechos que hoy yo tengo. Uno de los textos que más me emociona decir en la obra es “por lo que nosotros fuimos, ahora ustedes pueden ser”. Creo que es justo recordar a Paco así y a mi, en lo personal, me llena de orgullo.
IRS_2336.jpg
P.: ¿Cuál de sus facetas te cautiva más?
N.M.: Paco tuvo un vínculo muy fino y muy genuino con sus tías. Imaginarlo a Paco de niño es un ejercicio que me ayudó mucho para pensar la actuación. Imaginarlo siendo abrazado por alguna de sus tías o sintiéndose muy protegido. Uno de los textos de sus tías es “Paco mové las manos todo los que quieras”, lo imagino libre y contento. Paco-sobrino es una de las facetas que más me cautiva del personaje. Ahí se filtra su vulnerabilidad y su ternura.
P.: ¿Comó entran a jugar los paisajes poéticos de Puig, Perlongher y La Noy?
N.M.: La obra introduce una mirada política queer. La poética de estos autores dialoga en ese sentido. Además de que los paisajes que se arman orbitan lo “marica” como un modo de habitar el mundo. De hecho también se los nombra como un especie de próceres y ejemplos a seguir.
P.: ¿Qué podes contar de esas anécdotas y fantasmas que aparecen como sus tías, sus amantes, sus modelos, los shows, Evita?
N.M.: El personaje se va construyendo mediante recortes parciales de anécdotas y apariciones. Eso me pareció desde el principio un mecanismo muy inteligente de Juanse. Porque siempre queda un costado oculto en la obra. No hay definiciones de Paco en la obra, no se busca el dato histórico o la composición formal. Sólo hay colores, fragmentos y muchos de esos fantasiosos. Creo que es la manera más fiel de contar la historia de alguien, sin intentar definirlo y acercarse a su biografía mediante ciertas texturas. Esto va de la mano con la mirada escénica de Juanse, se puede ver también en su nueva obra Saraos Uranistas ese procedimiento. Ir tejiendo la historia mediante anécdotas y vínculos con otros personajes y de imaginar otros posibles finales de los que recordamos.
¿Cómo se muestra su amistad con la Coca Sarli, Fanny Navarro, Azucena Maizani o Evita?
N.M.: Creo que sus amigas son las tías del Paco adulto. Un refugio seguro que además lo potencian. Me hubiese gustado ser amigo de Paco, lo imagino divertido y fiel, de aquellos amigos donde te puteas pero volvés seguro. Así fue con Fanny Navarro por ejemplo. Él contaba que hablaban por teléfono y se peleaban a los gritos, pero la relata con un amor y dulzura que da mucha risa. Parecido a como hablaba de Zully Moreno. Me encanta actuar estas escenas con Lu Aduriz porque ninguna función es igual a la otra y ella, encarnando a Zully, es quién transforma a Paco en ese showman que fue. Distinto es lo que aporta la Coca Sarli, quién él la llamó su mejor amiga. Ahí la obra hace un quiebre y la potencia de Maiamar Abrodos transforma la escena en algo épico y muy emocionante. Después de ese número, la textura de la obra ya cambió y aparece Azucena Maizani donde Paco pide que se la recuerde. Acá aparece un reclamo por la memoria y llamado de atención en ese sentido. Y Finalmente Evita aparece para salvarlo, como él mismo relató en su libro. La composición de Evita es una mezcla de sus tías y amigas. Aparece como el fantasma mayor, sin cuerpo definido y se agradece porque es quién le da un nuevo final a Paco, lo trae de vuelta.
P.: La puesta propone un teatrito pasarela y en la obra hay música y canciones, ¿cómo se construyó este monólogo desde lo artístico?
N.M.: El trabajo de la música de Seba Sonemblum fue magistral en la puesta. El apalancamiento de los textos con el piano es fundamental en la dramaturgia final. El procedimiento fue la mayor parte improvisado por Seba durante los ensayos, armando una especie de amalgama musical de lo que los textos y las actuaciones proponían. Así se fue armando este especie de híbrido entre musical, con canciones de Teo Lopez Puccio, y café-concert donde el trabajo de Sebastian es una piedra angular de la obra.
P.: ¿Cómo ves el teatro y la cultura hoy?
N.M.: Creo que estamos en emergencia por más de un factor. Hay una banaliazación que prolifera cada vez más por el pésimo criterio de valoración sobre lo que es arte de calidad y simple entretenimiento chatarra, que termina confundiendo. Que se agudiza por el abandono por parte de las autoridades que nos gobiernan, que normalizan y cristalizan el pensamiento. Dejando afuera a la creatividad, al debate y la proliferación de nuevas estéticas. Pero también veo gente comprometida y con fuerza para participar en la batalla cultural, que cada día se hace más compleja.